La filosofía educativa nos brinda las nociones fundamentales que marcan las directrices y cimientos del modelo educativo.
Concebimos al ser humano como imagen de Dios, y su destino es la comunión con Él.
La belleza y la grandeza del ser humano está en ser imagen y semejanza de Dios, sin embargo, también es un ser vulnerable, donde la fragilidad de la humanidad se pone de manifiesto.
La vida humana es vocacional, es decir, que responde a un llamado divino, que nos impulsa a trascender nuestra finitud, hasta lograr irradiar al Dios que nos habita
La relación es la base del amor y se desarrolla consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios
Los bienes, en la concepción de la congregación, están al servicio del cuidado de la vida de todos, de la inclusión en las relaciones y del bien común.
Todo acto de libertad, toda decisión trae consecuencias y responsabilidades siempre. No podemos separar la libertad de la responsabilidad.
El hombre ha sido creado para amar desde el momento en que ha sido creado por Dios que es amor.
El sentido de la filosofía educativa se centra en el ser humano que evoluciona, se orienta a formar a la persona en la unidad integral de su ser; interviene con los instrumentos de la enseñanza-aprendizaje, ahí donde se forman los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras, los modelos de vida, desde una espiritualidad de comunión, en actitud de colaboración e intercambio de dones, que expresa una imagen articulada de Iglesia como signo, memoria y profecía de los valores del Evangelio.